Moscas ¿Por qué no podemos capturarlas?

Las moscas, como capturarlas
Las moscas, como capturarlas

Las moscas de la fruta emplean una táctica de escapatoria similar a la de los aviones de caza. Pero se quedan cortos: lo innegable es que la Drosophila hydei se carcajearía del piloto más diestro en una lucha aérea de igual a igual.

Expertos manifiestan la extraordinaria habilidad de esas moscas para escaparse de los riesgos. Para ellos, este es solo el punto de partida para sobrevolar el campo de la biomecánica. En el que la ingeniería intenta desde hace años de emplear en las máquinas lo que aprende del movimiento animal.

Pero por ahora se han condicionado a estudiar en su laboratorio. Cómo un insecto del tamaño de una semilla de ajonjolí modifica su dirección en milésimas de segundo sin derrochar el control sobre su vuelo. Pero ¿por qué específicamente han experimentado con esta mosca?

Primero, porque es algo mayor que la Drosophila melanogaster. Así que sus movimientos requieren más espacio. Eso ayuda a monitorizar mejor sus giros y a que el programa los registrara con más precisión.

Y también se ha elegido, porque, eran más activas a la hora de moverse por el cubículo del experimento. El cual es una especie de cilindro hueco cuyas paredes estaban hechas de luces led encendidas en verde, para atraer a los insectos.

Ya saben cómo cambia de rumbo las moscas al huir. Pero no cómo el trabajo de los músculos varía su rutina.

Cuando alguna de estas moscas atravesaba el haz de luz que formaban dos rayos láser, ocurrían dos cosas. Parte de los leds cambiaban de color durante una centésima para simular una amenaza. Y comenzaban a disparar tres cámaras de alta velocidad, dispuestas de modo ortogonal.

La terminación es sorprendente de puro efímera. El gran momento, aquel del que depende su vida ante el golpe de una bestia (humana o no) o de la lengua de un rápido camaleón, dura cinco milésimas de segundo.

En ese momento, o aplican toda la maestría de vuelo que les ha entregado la evolución o están muertas. Contado y contabilizado de otro modo: de los doscientos movimientos de batir de alas que una mosca realiza en un segundo. Hay uno solo de ellos que se encarga de girar su cuerpo y comenzar una nueva manera de aleteo que le permite cambiar súbitamente de dirección para huir. Preciso, sin transición que valga.