Se consiguió darle al cerebro la sensación artificial que surge del movimiento hecho a manos de una extremidad protésica.
A comienzos de la década de 1970, se estaba creando la conexión que debe existir entre el cerebro y las máquinas. De esa manera, la aplicación inicial para el manejo de prótesis neurales en todos los pacientes paralizados nació. La extremidad protésica manipulada de manera directa por la actividad del cerebro puede recuperar en teoría, la función motora perdida.
Eso se logra a través de la correcta codificación de toda actividad neuronal que fue registrada con los electrodos. Asimismo, se trata de traducción de movimientos robóticos. El método carga por ahora una precisión restringida por la ausencia y una respuesta sensorial de la extremidad artificial.
El grupo conformado por Daniel Huber y Mario Prsa, procedente de la Universidad de Ginebra (UNIGE) en Suiza fueron los encargados. Se quiso transmitir al cerebro la sensación carente, por medio de la estimulación con una adecuada actividad neuronal en la corteza.
Comunicación bidireccionales
La prueba se realizó con ratones y se halló que no solo es factible la creación de la sensación artificial. Conjuntamente, todo individuo pudiese aprender con más agilidad y aprovechar la interacción.
Con esta nueva interfaz óptica que existe entre el cerebro y la máquina, deja una comunicación bidireccional con el cerebro. En el diseño del dispositivo, mientras el brazo robótico es regulado por la actividad neuronal por medio de la visualización óptica, se le remite al cerebro de vuelta por medio de la microestimulación óptica, creando así una sensación de la posición del brazo.
Los ingenieros creen que la razón de esa sensación “sintética” es quizás porque se aprovechan las funciones del cerebro básicas. El tener la posición correcta de cada extremidad haría que sucediese de manera automática, sin pensar tanto. Posiblemente, se trate de un efecto automático donde el trabajo de los mecanismos esenciales es el de circuitería neural.