
El pasado viernes, la deportista de élite Beatriz Flamini emergió de una cueva situada en la Costa Tropical de Granada tras pasar 500 días a 70 metros de profundidad, en total aislamiento y sin luz solar. La escaladora y espeleóloga italiana ha establecido un nuevo récord mundial, superando con creces las experiencias anteriores de aislamiento extremo. Pero más allá de la hazaña personal, su desafío ha sido también una valiosa oportunidad para los científicos, que han podido estudiar en detalle las repercusiones de una experiencia tan extrema en el cuerpo y la mente humanos.
La idea de permanecer tanto tiempo en una cueva no es nueva. En 1962, el espeleólogo francés Michel Siffre pasó 61 días en el interior de la cueva alpina de Scarrasson, demostrando que la percepción del tiempo se ve alterada en ausencia de luz natural. Desde entonces, ha habido otras experiencias similares, aunque la mayoría de estudios se han desarrollado en entornos controlados y en periodos de tiempo relativamente breves.
El proyecto de Flamini tenía como objetivo principal servir a la ciencia. La deportista se puso en contacto con la productora Dokumalia y con investigadores de varias universidades, ofreciéndose voluntaria para que analizaran su experiencia y sus repercusiones en beneficio de la ciencia, más allá del escaparate mediático que suponen este tipo de acciones.
¿Qué aprendimos con Beatriz 500 días en una cueva?
Entre los aspectos que los científicos se proponen investigar se encuentran la percepción del tiempo, la adaptación al aislamiento y las condiciones extremas. Asimismo, comprendimos la forma en que el cuerpo y la mente humanos se ajustan a un entorno completamente alejado de la luz solar y el contacto humano. Para llevar a cabo este estudio, los investigadores diseñaron una serie de pruebas y ejercicios que Flamini debía realizar durante su estancia en la cueva, incluida la estimación temporal y la evaluación cognitiva y emocional.
Durante sus 500 días bajo tierra, Flamini se adaptó a la vida en la cueva, organizándose de forma natural según sus necesidades y sin la referencia del tiempo externo. A pesar de los desafíos que enfrentó, como la falta de contacto humano y la desconexión del mundo exterior, Flamini nunca pensó en abandonar su desafío y, de hecho, afirmó que no quería salir de la cueva al final de la experiencia.
A medida que los resultados preliminares de la investigación comienzan a surgir, los científicos han observado cambios interesantes en la percepción del tiempo de Flamini. La deportista estimó que había pasado entre 160 y 170 días en la cueva, en lugar de los 500 días reales. Además, experimentó problemas de memoria a corto plazo, que podrían estar relacionados con el estrés y la falta de estímulos externos.
Sin embargo, los investigadores advierten que aún es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas y que se necesita más tiempo para analizar todos los datos recopilados durante la experiencia de Flamini. Los resultados de este estudio podrían tener importantes implicaciones en el campo de la cronobiología y en la comprensión de cómo los ritmos circadianos humanos se ven afectados por la presencia o ausencia de luz solar.
Además, las lecciones aprendidas de la experiencia de Flamini podrían aplicarse a entornos similares y extremos, como la vida a bordo de submarinos o en estaciones de investigación polar, donde las personas están expuestas a largos periodos de oscuridad. También podría ser útil en la preparación de misiones espaciales de larga duración, en las que los astronautas tendrán que enfrentarse a condiciones de aislamiento extremo y adaptarse a entornos muy diferentes a los de la Tierra.
No cabe duda que, la hazaña de Beatriz Flamini en una cueva durante 500 días no solo fue un nuevo récord mundial, sino que también ha proporcionado una valiosa oportunidad para avanzar en la ciencia y la comprensión de cómo los seres humanos se adaptan y sobreviven en condiciones extremas. A medida que los resultados de la investigación se analicen y se compartan con la comunidad científica, es probable que sigamos aprendiendo más sobre los límites de la adaptación humana y cómo superarlos en entornos desafiantes.