Maurits Cornelis Escher es el maestro de las figuras inverosímiles, de las ilusiones ópticas que disfrutamos y los mundos imaginarios. Un hombre que siempre se ha mostrado interesado por personificar con tridimensionalidad espacios incomprensibles que retan a las maneras habituales de representación; se puede decir que envolvió el relativismo de su tiempo.
El universo es considerablemente más de lo que se nos exhibe ante los ojos; como bien saben los artistas, escritores, eruditos y científicos de la época. El universo es inquietantemente relativo.
Ciertamente estudió arquitectura. Sin embargo, lo que más le importaba era la técnica de entallado en madera; la cual alcanzó a subyugar con destreza. Su interés y gusto por las relaciones entre figura y fondo se fortalece en sus viajes a Granada; en el cual conoce la Alhambra y sus motivaciones decorativas.
Ahí emprendería su particular uso de patrones que repletan el espacio sin dejar huecos, o mejor dicho, cuyos huecos constituyen al mismo tiempo otras figuras.
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Maurits Cornelis Escher es un artista muy difícil de catalogar
A partir de aquí, muy inocentemente lo catalogamos dentro del Op-art, Sin embargo, indudablemente este movimiento (posterior a él) no personifica el conjunto de su trabajo. En ocasiones simple, por momentos conceptual, esporádicamente con misión o sin él. Su trabajo se estableció en resolver dificultades, juegos visuales y muy esmerados gestos al asistente que lo disfruta; que ocasionalmente acarician lo soñador, lo abstracto y lo conceptual.
Era apasionado del blanco y negro, el equilibrio, lo eterno y lo finito, las conversiones en las figuras. El espacio es el protagonista en sus cuadros, bien por su estructura, su superficie o su influencia en un plano como espacio tridimensional.
En conclusión, sus representaciones son uno de los ejemplos más atrayentes del estudio del espacio y la psicología del arte en la historia.
